De Maribel en noche de insomio
Maribel no se nos va de la cabeza a las amigas. Su alegre sonrisa, su acogida, su porte impecable.., con ese tono humano que hace tan grata la convivencia y que se transmite a las hijas. Siempre mantuvo la guardia de la imagen que a la postre va a dejar uno en la memoria de quienes se quedan. De niña, su abuela le decía: “Maribel: tu siempre, serena como un lago”. La recuerdo a los pocos días de la muerte de su hija Mabel venir deprisa, acentuada en ella por edad y volumen, hacia la terraza en que habíamos quedado las amigas. La encontramos bien. “¡ Mabel, está en el cielo¡”, dijo. Y citó El Eclesiastés que recomienda hacer un gran duelo ( según la dignidad del deudo), pero corto, “Porque de la tristeza sale la muerte y la tristeza del corazón enerva las fuerzas. No des tu corazón a la tristeza.” Le gustaba El Eclesiastés, lo que no dejaba de sorprender en ella. Mabel murió un 18 octubre, fiesta de San Lucas. El día anterior se había confesado y había ido al retiro. Murió de repente, mientras tomaba café con su marido. Estaba embarazada de seis meses y dejó cinco hijos y como su madre, un gran rastro de bondad y simpatía. También le gustaba mucho a Maribel citar el principio del capítulo 13 de la 1Carta a los Corintios: “ Aunque hablara las lenguas de los hombre y de los ángeles, si no tengo caridad soy como bronce que resuena o címbalo que retiñe (…) la caridad es longánime, es bondadosa; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha…”. Descansen en paz.
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