04 agosto, 2013

En verano, libros

Me fui a “La casa del libro” a comprarme “Biografía del silencio” de Pablo d Órs que me había recomendado, sin leerla, mi hijo el escritor. A él, a su vez, se la había recomendado, creo que Jesús Aguado que ha hecho una larga y elogiosa reseña de otro libro del autor, del que he hablado: “El olvido de sí”; que hemos leído, con diferente aprovechamiento, mi hijo y yo. No lo tenían, constaba en la base de datos. Lo del silencio viene de perlas: nadie que pretenda tener una vida interior rica, puede prescindir de él. Por otra parte a medida que uno va cumpliendo años, el silencio resulta un amigo entrañable. Lo de la edad, me trae a colación algo que es de sentido común y hoy no se valora en absoluto: dejar hablar a los abuelos. Tienen mucho que contar, no solo “batallitas”, que tal como están las cosas ni se les pasa por la cabeza el hacerlo. Sobre este “arrinconamiento” de los ancianos expresaba su rechazo con claridad el Papa Franciso en su reciente viaje a Brasil. Decía, entre otras cosas, que hay dos sectores marginados en nuestra sociedad - en la que prima la eficacia -: los niños y los abuelos. Sobre este tema algo más diré en otro momento. Volvamos a los libros: como he hecho toda mi vida despues de desayunar, “primun vívere ,deinde philosofare” – no sé si está bién escrito- dedico un cuarto de hora en la lectura de un buen libro de espiritualidad, que me da el espaldarazo necesario para afrontar el día con salero. El último leído ha sido “Nadar a contra corriente” una serie de entrevistas a Benedicto XVI recogidas por Jose Pedro Manglano, lo he disfrutado. De literatura “La historia de San Michele” que no la leí en mi juventud y que es realmente amena, aunque a veces no esté de acuerdo Axel Munthe. La gente que lee mucho y bien no es aburrida, no puede serlo.