La fiesta de Río
“Brasil, la tierra donde te encontré…” esa canción, con su pizca de sensualidad, que tanto hemos oído en las verbenas, tiene para muchos otra letra: la imagen de la cantidad de personas que tras haber encontrado a Dios en su vida, no quisieron perderse la JMJ de Río de Janeiro, y la de los que lo han encontrado allí, con el Papa Francisco, por la oración y el sacrificio de tantos. Porque aunque quien actúa es Dios, nos deja colaborar con Él como un buen padre hace con su hijo pequeño. Mucho hemos disfrutado frente al televisor los últimos días de julio. Mucho, de lo allí dicho ha sido comentado alegremente unos con otros. Pero sobre todo, en nuestra mente, quedan la imagen de los miles de personas indundando el hermoso litoral de Copacabana, y las homilías del Papa directas e incisivas, que será bueno rumiar. Ya en su primera nornada en “Aparecida”, después de habernos dicho que no traía oro ni plata pero que traía a Cristo, y que Dios nunca se cansa de perdonar aunque nosotros no le pidamos perdón, nos habló de las tres actitudes en la vida que querría que tuviéramos: “ mantener la esperanza, dejarnos sorprender por Cristo y vivir con alegría”. Todo un programa claro y conciso para sacarle mucho jugo. Ahora que el Papa Francisco ha entrado en el corazón de nuestra casa, leer su primera encíclica: “Lumen Fidei” ( “La luz de la Fe”) puede ser un buen medio para poder así tirar briosamente hacia delante.
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