27 febrero, 2013

Algo que conviene saber

Transcribo, porque vale la pena, parte de un capítulo del libro “Amor y autoestima” que habla de las diversas manifestaciones del Amor de Dios. El título del apartado se titula: “Saber, sentir y palpar” “Se preguntaba un artista holandés: “Sabiendo que existe un Dios todopoderoso que me ama y que se compadece de mí, ¿cómo es posible que me preocupe o me inquiete”.Quizá nos suceda algo sililar. Si no cambiamos radicalmente es quizá porque nuestro conocimiento del Amor de Dios es solo teórico. No es igual que nos digan que nos han transferido cien milllones de euros a una cuenta bancaria en Suiza, que nos entreguen contantes y sonantes dos millones de billetes de cincuenta euros. Es fácil querer con locura al Señor si nos percatamos de la locura de su amor. “Que Cristo nos ama es el gran secreto – escribe Dietrich von Hildebrand -, el secreto más íntimo de cada alma. Es la realidad más inconcebible; es una realidad que cambiaría la vida de cualquiera si se diera cuenta de ello plenamente. Pero para darse cuenta de ello no basta un mero conocimiento teórico, sino una evidencia de ese amor similar a la que se tiene deel amor de la persona amada”. Con palabras de Benedicto XVI, cada uno de nosotros necesita en definitiva, la experiencia de ser amado por Jesucristo de una manera totalmente personal” Para que el amor de Dios cale en nuestras vidas, no basta con conocerlo o sentirlo. “ Poco a poco decía San Josemaría – el amor de Dios se palpa – aunque no es cosa de sentimientos – como un zarpazo en el alma”. Palpar es mucho más que sentir y saber. Un refrán japonés ilustra bien la diferencia. Dice así: “Cuando muere un niño, los conocidos sufren con la cabeza; los amigos con el corazón; la madre con toda la profundidad de sus entrañas”. Como enseña Benedicto XVI debemos penetrar progresivamente en el corazón de Cristo: “Así podremos comprender mejor lo que siginfica conocer en Jesucristo el amor de Dios, experimentarlo teniendo puesta su mirada en Él, hasta vivir completamente de la experiencia de ese amor, para poderlo testimoniar a los demás.” Misión cumplida