12 enero, 2013

En Alaska, últimos sacramentos

Estamos en 1943 el P. Llorente S.J. que estuvo en Alaska como misionero, solo, entre eskimales, 28 años, cuenta en “ En las costas del mar del Mar de Bering” lo siguiente: Nos anocheció de nuevo en Kwiguk. - En la tienda detrás de esos arbustos se está muriendo una mujer. - ¿Muriéndose? - Sí, Padre. - Allá me voy con los óleos y la estola Entro a gatas por el agujero que sirve de puerta y hallo la tienda con un desorden indescriptible. La buena mujer, como de unos 30 años está tísica rematada y no lleva trazas de vivir hasta fines de mes. Dos niñas mayorcitas tienen en brazos dos críos que lloran de miedo al verme. Me dejan solo con la enferma y aunque con un trabajo ímprobo se incorporó y se mantuvo sentada mientras se confesó con toda paz y pleno conociiento de causa. Me entró algo de envidia. Pronto iría ella a ver a Jesucristo. Yo entre tanto, tal vez tendré que cruzar el Yukón muchas veces y bandeármelas con las olas y la lluvia. Dí gracias sinceras a Dios por haberme llamado al sacerdocio y haberme puesto en condiciones de meterme por este agujero y traer la absolución y la extremaunción a esta cristiana. Habla inglés. La conforté como pude animándole mucho a ponerse incondicionalmente en los brazos de Dios y dejarle hacer libremente. En el cielo ella pediría por mí. Yo la encomendaría ahora a ella; diría una misa por el eterno descanso de su alma llegado el caso; que no se preocupase por los hijos pues nosotros nos encargaríamo de eso ; y mañana después de misa le traería el Viático. Todo eso se lo dije después de la absolución que es cuando me me gusta a mí sentarme junto a los enfermos y ponerles una inyección espiritual. Y, en efecto a la mañana siguiente después de la misa le llevé una hostia consagrada que ella recibió cubierta la cabeza con un pañuelo menos malo, pero acostada aunque ella quería incorporarse. Siempre que llevo la comunión a estas tiendas tan pobres y a enfermos que son esqueletos vivientes, la bondad de Dios me indunda y me pasma y me deja como alelado. Y que me haya escogido a mí para llevarle es cosa que me hace derretir de agradecimiento. ¡ Cómo se mete el Señor por chozas y tiendas perdidas entre arbustos para posesionarse en un alma a punto de partir para la eternidad¡ Yo le digo tebloroso y valiente a la vez: “Señor , úsame como quieras y cuando quieras y dónde quieras sin parar mientes en mis quejas necias. Por ríos y tundras, por hielos y arbustos, llévame de noche o de día. No te fallaré jamás aunque me coman vivo. Todo para Ti” Y como que oigo allá dentro de mí no se dónde: “No digas tontadas; sigue y calla.” Y así es seguimos Esteban y yo con nuestra ARCA, él con los ojos en la máquina y yo con los míos perdidos en las nubes.

1 Comentarios:

At 13 enero, 2013 23:37, Blogger misael escribió...

Rosa,

Precioso párrafo. Precioso testimonio.

Saludos

 

Publicar un comentario

<< Home