Al empezar el año: virtudes mejor que valores
En Isaías (1,17 ) podemos leer una frase con “garra”, en forma de mandato: “ Aprended a hacer el bien”. Parece pues que no basta la buena voluntad para ser bueno, hay que aprender a serlo. Es decir, hay que empezar a ejercitar virtudes. Hoy se habla mucho de valores y nada de virtudes. Es natural porque el valor compromete menos, como si se tuviera ahí bien guardado en un cajón. Recordemos que una virtud se adquiere por repetición de actos, la virtud hay que ejercitarla.Lo que no resulta cómodo, como tampoco lo es hacer gimnasia. Pongamos un ejemplo: pocos negarían, por relativistas que sean los tiempos, que la fidelidad es un valor. Pero éste aprovecha poco, para la estabilidad de un matrimonio, que cualquiera de los conyuges flirtee o provoque en su trabajo.Hoy,que no están los tiempos para vivir eso de “la mujer casada la pata quebrada y en casa”,conviene no olvidar dos expresivos refranes acrisolados por el tiempo: “ Entre santa y santo: pared de cal y canto” y “El hombre es fuego, la mujer estopa, viene el diablo y sopla.” Aunque al diablo,con lo comprobable que es su invisible presencia sin más que ver un telediario, no se le toma demasiado en serio. Lo que debe alegrarle infinito. Por lo demás, valores y virtudes están emparentados: el valor de la fidelidad es pariente cercano de la virtud de la prudencia, el de la valentía, de la virtud de la fortaleza, la esbeltez con la virtud de la templanza , y así podríamos seguir. Creo que es estimulante saber que las virtudes son como los vasos comunicantes: si crece una en nosotros, crecen las demás. En definitiva: los valores si no se encarnan a diario en la propia vida, son papel mojado.
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