24 octubre, 2012

La cocina

Como madre de cuatro hijos y abuela de diez nietos – apenas ejercí mi carrera universitaria - he pasado, como tantas otras mujeres, muchas horas de mi vida en la cocina. Cosa de que a veces he lamentado porque guisar, con lo que esto lleva aparejado, es un trabajo abnegado y con escaso reconocimiento, sobre todo hasta que los hijos tienen los suyos propios, y es además, de un realismo feroz en el que una se juega a diario su prestigio ante quienes más le importan. Además, en la mesa a la que se llega cansada, sin mucho ánimo y con traje de estar por casa hay con frecuencia que torear . Y para torear, los toreros llevan traje de luces. Nada como poder trabajar arreglada, con traje de calle. Pero, ya se sabe: lo que entra en la cocina, no luce en la esquina. Una mujer torea mucho en la mesa: en esa lidia, se forman los hijos. Por cuanto antecede, y para consuelo de muchas mujeres, que abuelas siguen en la brecha - dando de comer al hambriento y posada al peregrino - contaré que, en la primera residencia de estudiantes, del Opus Dei, San Josemaría a última hora de la tarde, cuando volvía de confesar, visitar enfermos, o de dar clases, se encontraba el despacho y los demás cuartos ocupados por estudiantes. Derrengado por el cansancio se sobreponía. Y refugiándose en la cocina del piso, recibía allí a muchos jóvenes, y tantos eran los penitentes que desfilaban por ella que bromeando decía que aquella cocina era toda una catedral. Me conmovió saberlo.

1 Comentarios:

At 27 octubre, 2012 11:31, Blogger misael escribió...

Rosa,

Vd. sabe mejor que yo aquello de Santa Teresa y sobre la presencia de Dios en los pucheros.

Me recuerda su post que tengo que ser mas agradecido con mi esposa y sus "mejunjes".

Saludos. Misael

 

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