21 febrero, 2012

Me estaba esperando

Llegué con veinte minutos de adelanto a la cita con Marta. Me metí en la libreriá de las Pauliunas, que estaba al lado para hacer tiempo. Acción que siempre resulta peligrosa: cuando llegué antes de la cita con Mary Carmen, me metí en “Ideas” y salí con un buen tomo de Steiner sobre Dostoievskiy Tolstoi, cuando llegué santes a la cita con Juan, me metí en “París Valencia” y salí con “Grandes Esperanzas”. En este caso, colocado horizontalmente, y a una buena, a una buena altura, de modo que lo ví sin buscarlo, me estaba esperando : “La familia que alcanzó a Cristo” de M. Raymond, O.C.S.O ( Trapense). Me lo llevé a pesar de los 19,80 que valía.

Y me lo llevé, porque como dije aquí hace años – “El rastro” cumplirá pronto 7 años, “mis días corren como una lanzadera” – es un libro que tiene para mi el encanto de que mi padre nos lo leía en voz alta después de comer, allá por los 50, a mi madre, mi hermana y a mí. Felizmente desde entonces, se me quedó en la memoria el título y así pude tener la alegría, siendo ya abuela, encontrarlo viejo y amarillito en la “Biblioteca de María Lázaro”. Lo saqué y lo leí. Ahora lo volvía a ver, nuevo y flamante, editado por “Herder” en el 2003. Ahora el libro podía ser mío, además “Herder” es una garantía de seriedad. El libro había sido revisado y mejorado por distintas autoridades en la materia lo que agrade M. Raymond.

Dice así la contraportada:

“Esta obra es un mensaje del medioevo cristiano presentado con la intriga y la agilidad de la novelística moderna.
M.Raymond, al escribir esta segunda época de la Saga de Citeaux, no describe santos convertidos en fantasmas petrificados en hornacinas trasnochadas. Presenta sencillamente la familia de San Bernardo en medio de sus crisis y sus luchas entyre los hombres: la vida de nueve personas en su ascensiuón hacia la santidad.”

Lo estoy volviendo a disfrutar. Descansa mucho sumergirse en plena edad media y encontrarse, por ejemplo, como una tarde de otroño de 1111, el que sería Bernardo de Claraval convence a su hermano Guy, casado y con dos niñitas, de que se vaya con él de monje a Citeaux. Según Bernardo su cuñada podía irse a un convento. Lo acabó haciendo, y no les cuento más. Hay que leerla.,