25 enero, 2012

Tertulia

Ayer estuvimos de tertulia en la “Galería Jorge Juan” – donde hace muchos años estaba el patio del Colegio - tres exalumnas del mismo. Cada una de nosotras con toda la vida a la espalda... Aunque soy más partidaria de tomar café con una persona que reunirme con un grupo, aunque este sea pequeño - “tres es multitud” como dice mi hija Marta -, hay que reconocer que valió la pena.

Es curioso que en esa tertulia, la voz cantante – y para nada desafinada - la llevó Mª Amparo que durante nuestros años de Colegio no dijo, como aquel que dice, esta boca es mía. Contó cosas interesantes: como que a su hermana Mª Dolores, de 78 años, madre de ocho hijos, uno de ellos monja clarisa – ha recuperado la memoria siguiendo el tratamiento que desde Belgica le impusieron después de hacerse cargo del historial. Nos habló también de su viaje a Lourdes: cuando se metió en la piscina cuya agua, según nos dijo, cura cuerpo o espíritu - y además de la piscina se sale seco -, se froto mucho la frente y la boca mientras pedía a la Virgen: “ ¡Que no piense nada que no deba pensar y que no diga nada que no deba decir¡”. Me pareció espléndido. Y recordé que al santiguarse – cosa que está al alcance de todos – la cruz sobre la frente se hace para que nos libre Dios de los malos pensamientos, la de la boca para que nos libre Dios de las malas palabras y la del pecho de las malas obras y deseos. Ah¡ el catecismo, mejor nos fuera si no lo hubiéramos olvidado.

Otra Mª Amparo y yo la escuchábamos atentas. La otra Mª Amparo, como en el Colegio, sonreía sin tregua – siempre se lo envidié -, a mi de niña no me enseñaron, a hablar por lo codos sí. “La gente se forma en grupo”, oí una vez. Claro: en el grupo hay que “saber estar”, hay que poner en práctica la virtud de la humildad y a mí, Rosa al fin, me cuesta lo mío. Pero no me afligiré demasiado, después de todo las rosas no pasan desapercibidas.

Seguro que sobre las tres aleteaba el espíritu de la Madre Pilar de Felipe, del Espíritu Santo, que padecía del corazón y también sonreía sin tregua. Había estudiado Químicas en Zaragoza en aquellos tiempos en que los exámenes eran orales e Iñiguez suspendía a unos cuantos con una integral. Nos quiso mucho a Mª Amparo y a mí. A la otra Mª Amparo la quiso la Madre Nieves Fernández, valenciana, que estudió Farmacia y no sé si ha muerto. Lo que sí sé, es que la mandaron a Brasil y allí la condecoraron por el desempeño de su labor con los necesitados: a pesar de su pequeña estatura, sacaba a las chicas del burdel, enfrentándose con el chulo.

¡Que monjas aquellas¡