Veinte líneas recordando a Unamuno
El 31 de diciembre de 1936 murió Miguel de Unamuno, departiendo con un colega, se fué sentado frente a él al calor del brasero. Dios le dejó pasar las Navidades con los suyos: nueve hijos tuvo con su Concha, con “su costumbre”. D. Miguel, tan sabio, no entendía eso del divorcio. Murió como había vivido: hablando, porque escribir es otra forma de hablar. Su lectura, tan disfrutable para quien aprecie el asecetismo, la sinceridad y la valentía, será hoy sin duda – nos hemos hec ho frívolos - ombre “ligth” - un plato demasiado fuerte. Pero se cumplen 75 años de su muerte y seguimos recordando al hombre cuya preocupación por Dios, por la nada y la muerte no le dejó nunca. Leemos en su “Diario íntimo” : Domingo de Quasimodo 25 de abril: “Misa conventual en la parroquia. Plática del párroco, que muchos creen al ir a la Iglresia hacer un favor a Dios cuando Él no necesitra de nosotros sino nosotros de Él.¿Qué es eso de imaginarme un personaje, uno destinado a hacer ruido en la Iglesia, y mi conversación a servir dee modelo?¡ De cuantas maneras vive la sobrebia¡" Su lucidez y su fe no le dejaron engañarse nunca sobre cuanto de egolatría había en él: “Agranda la puerta, Padre / porque no puedo pasar. / la hiciste para los niños / y yo he crecidoi a mi pesar. / si no me agrandas la puerta, / achícame por piedad. Vuélveme a la edad bendita / en que vivir es soñar.” Por eso resulta conmovedora ésta oración suya.
(Carta enviada a "Las Provincias")
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