Apurar un lápiz de labios
Existe una pequeña felicidad, que no debemos desdeñar, en “apurar el uso de las cosas”. En apurar, por ejemplo, un lápiz de labios. Puesto que el dedo meñique cabe perfectamente en él, se puede rebañarlo completamente y pintarse los labios con él, es utilizar un pincel estupendo. Con el verbo apurar, se puede decir, si se quiere, algo menos prosaico, más literario, como “¡Apurar cielos pretendo / ya que me tratáis así, /¿Qué delito cometí contra vosotros , naciendo…? – que por otra parte también causa satisfación: recitar, para nosotros mismos es siempre rentable, pero vale la considerar – consideración muy valiosa en tiempos de crisis- una cosa que ya dijo Chesterton, que “el ahorro es más poético el despilfarro”. Es claro, entre otras cosas, porque para ahorrar hace falta imaginación. El despilfarro, si bién se mira es burdo. Razón por la cual las mujeres somos bastanta más económicas que los hombres: lo aprobechamos todo. Y esa poesía de la vida práctica está, mas o menos al alcance de todos. Pero para poder disfrutarla, hay que tener algo de contemplativo: no se puede ir por la vida azacanados. Es más inteligente cerrar un grifo que dejar correr el agua, supone que valoramos su ilportancia ; es mejor hacer torrijas, migas o mer sopas, que deshacernos del pan duro. Sobre esto un argumento de autoridad: “Recoged los trozos de pan que han sobrado, para que no se pierdan”, nos dijo el Señor en la multiplicación de los panes.
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