08 diciembre, 2011

Rosquillas

Cuando Carmencita tenía cuatro años y yo seis, las dos nos tomábamos muy en serio. Era por 1946 y Santa Teresita del Niño Jesús había muerto en 1897. Digo esto, porque entonces, pese a nuestra juventud, las dos habíamos oído hablar de ella. “Yo quiero ser como Santa Teresita” decía mi hermana. A mi no me tentaba el asunto, aunque sacaba provecho de él. Mi hermana me daba su rosquilla para ser como Santa Teresita y se comía, cuando mi madre desaparecía de la mesa, los trocitos de carne con grasa de mi plato, cambiandómelos por otros del suyo sin ella. Allí nadie se levantaba de la mesa hasta dejar el plato limpio.

A mi hermana a los dieciséis años las teresianas le “echaron el gancho”, con gran susto de mi madre, conmigo nunca lo hicieron. Luego, cuando murió en el parto a los 34 años dejando a su cuarto hijo, mi madre,
mujer expansiva, dijo: “ si se hubiera metido monja, aún la tendría..”. Mi hermana no se metió monja teresiana, porque no quiso, pero seguro que tuvo sus dudas aunque nunca me lo dijo, mi hermana era una muchacha buena, inteligente y reservada. A mí jamás se me pasó por la cabeza lo del monjerío. Santa Teresita murió a los 23 años de tuberculosis. Con tan corta edad, consiguió ser además dee santa Doctora de la Iglesia. Al pensar en este dato y ver lo que nuestros “jóvenes” difieren cargar con su responsabilidad en la vida…

Hoy me siento muy vinculada al Carmelo: Teresa de Ávila, Teresa de Lisieux, Edith Stein…Eso sin contar con el estribillo poco ortodoxo- a la Virgen no se le adora , solo se adora a Dios - de : “A la Virgen del Carmen quiero y adoro / porque saca a las almas del purgatorio”. Mi padre de niñas, hizo que a toda la familia nos impusieran el escapulario de la Virgen del Carmen, se llamaba Carmelo, nombre que nunca me gustó hasta que he llegado a ser abuela…