Francisco de Borja y mi gente
“ Yo soy Francisco de Borja / aquel Duque de Gandía / aquel que de España Grande / me llamaron algún día…” aún me parece oír a mi tía Lolita enseñarnos esa canción a mi hermana y a mí – tendríamos 6 y ocho años – cuando vino a pasar unos días con nosotros, con gran pesar de mi madre: Lolita Navarro era su cuñada y sabido es que “cuñada viene de cuña”. Expresión que años después me diría, a mí, entre bromas y veras, mi cuñado Francisco Gaviña, Doctor en Química Orgánica y luego catedrático de la asignatura, en la Facultad de Ciencias de Valencia. Mi eximio cuñado, celebraba su santo el día de San Francisco de Borja – ahora 3 de octubre -, Y gracias a él estuve de recién casada, durante un tiempo, haciendo, bajo su dirección, cromatografías de capa fina con sangre de ratones a los que se les había inoculado el cáncer “Walker”, en la Facultad de Medicina. Investigación que no seguí por motivos que no son del caso.
La tía Lolita nos contó de niñas, la vida de San Francisco de Borja – luego leí una biografía suya, escrita por un jesuíta, porque la vida dá para leer muchas biografías - y supimos que a éste, enamorado platonicamente de su emperatriz Isabel de Portugal, mujer de Carlos I, cuya belleza pintó Tiziano, le tocó acompañar su féretro desde Valladolid hasta su lugar de enterramiento y certificar – previo levantamiento del mismo –
que quien allí se enterraba era la emperatriz. Y al verla descompuesta, el futuro jesuíta, pronunció la celébre frase: “No serviré más a señor que se me pueda morir”.
Mí tía Lolita, que nos enseñó muchas canciones gallegas, de cuando estudiaba Farmacia en Santiago, había sido alta, guapa, piadosa y seria. Nunca se casó. Su novio la traicionó con su cuñada - a la que ella mantenía – víuda y con dos niños – y ella no quiso saber ya nada de otros hombres.
Murió un 5 de septiembre en Zaragoza de anciana, tras una vida ejemplar. Justo a la hora que murió, yo en Valencia – sin saberlo – estaba extraordinariamente contenta y escribiendo sobre el salmo que dice : “¡Hay cantos de victoria en las tiendas de los justos¡”.
Francisco Gaviña murió, cristianamente, un 8 de mayo – ese año sábado festividad de la Virgen de los desamparados, de un cáncer de colón. Su madre años antes, había dado, una tela de seda natural bordada en oro para que le hicieran un manto a la imagen de la Virgen de los Desamparados que se venera en la Iglesia de los dominícos de Valencia. La tal Iglesia, la proyectó Joaquín María Arnau Miramón, bisabuelo de mis hijos.
Todo cae en casa.
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