11 septiembre, 2011

De lejos

Las cosas a veces se ven mejor de lejos. De ahí la gozada de poder retazos, y desde los distintos puntos de vista de vista de años sucesivos, de la propía vida. Asunto éste de lo más interesante, y del que tan propensos somos a hablar. De ahí el : “¡No me cuentes tu vida¡”, para atajar, en quien nos habla del tema que sea, disgresiones inútiles. La ancianidad – que tanto se ha alargado – con salud y recursos - puede ser ese “recreo” del Colegio, ese tiempo de júbilo – jubilado viene de júbilo - que se nos concede para comprobar, en carne propia, que “El Señor es cariñoso con todas sus criaturas”. Aunque para que eso sea así, hace falta fe, y no haber perdido, por nuestra culpa, el lazo umbilical que nos une con Él. De ahí los doscientos confesonarios instalados en el parque de “El Retiro”, en el reciente viaje del Papa a España. Convenientemente amortizados, porque el dato que nos ha llegado es que se han confesado cuatrocientas mil personas. Que lógicamente serán más.

Esta noche, como otras veces, me he despertado estando aún oscuro y me he levantado a rezar el rosario, a comer un poco y a escribir algo si se terciaba. Al contemplar, la talla de la Virgen que figura en una esquina de mi cuarto de estar, desde la esquina diametralmente opuesta en que estaba sentada, he podido ver de lejos el cuarto completo: un cuadrado perfecto de buen tamaño – ¡como se agradece que un arquitecto que trabaje sus planos, mi casa, aunque no demasiado grande, es obra de Miguel Fisac - y me he dado cuenta que mejorará mucho si cambio un par de mesitas de sitio, lámparas y cachivaches. De lejos se ven las csas mejor. Para ese acarreo de muebles, aún tengo fuerza.

“¡Que Dios te conceda larga vida sobre la tierra¡”.