19 enero, 2011

Sobre Dante y la Divina Comedia

Dice Jean Guitton, hablando de los gustos literarios de Pablo VI:

“Imagino que Dante es para él lo que Goethe para un alemán, Sakespeare para un inglés, Cervantes para un español – lo que es Pascal para nosotros los franceses -: el que resume, el que expresa el espíritu de un pueblo entero; más aún, el que lleva esa esencia misteriosa hasta lo universal, sin quitarle sin embargo, el sabor de la tierra, el encanto de un lenguaje carnal y particular.
La tierra italiana, la tierra de Virgilio, que ha hecho germinar tantos genios en las artes del volumen, la figura y el color, no tiene artista que pueda compararse a Dante. Y Dante por añadidura, resulta ser el único poeta que merece en la plenitud de su sentido el nombre de “católico”. No veo – decía yo a Pablo VI – como esa reunión de azares tan poco probable, que ha hecho a Dante y a su poema podría reproducirse en Europa”
- Es verdad – respondió él con gravedad – que el laurel que corona esa frente no se ha secado nunca. Y, en cierta manera, bajo diversos modos, ese laurel sigue floreciendo. Es que la “Divina Comedia” abraza todo lo que le es posible concebir, y al amor humano amar. El cielo y la tierra. La eternidad y el tiempo. El misterio escondido en Dios y los acontecimientos de la historia de este mundo. La teología y las ciencias (tal como eran en la época que escribía Dante). En resumen, diré que todo lo que se había pensado antes que existiera Dante, él lo llevó a su mas alto grado de sencillez, de profundidad, de enlace con la totalidad. Así las Ideas de Platón, la síntesis hecha por Aristóteles, la asombrosa intuición que tuvo San Agustín, de la historia en cuanto fluir de los tiempos, la síntesis hecha por Santo Tomás, ese espíritu angélico hecho de firmeza y medida; y no debo olvidar el fervor de San Buenaventura, el ardor de Santo Domingo, el puro impulso de Francisco de Asís, la ternura ascética y regia de San Bernardo.
Unir en así en sí todo lo que haya habido de válido antes de uno mismo; disponer esas luces en la propia luz, en nuestra unidad íntima; no sentirse con eso inquieto ni deslumbrado, ni abrumado. ¡Qué ingenuidad, qué genio, que tipo de inocencia ( al principio dada, luego adquirida), supone eso¡”

Y siguen hablando de la Divina Comedia esas dos mentes preclaras, pero como es lógico no puedo copiarlo todo.