11 enero, 2011

Comentario

La verdad es que se le puede dar más de una vuelta a eso que nos dijo Benedicto XVI, el 6 de enero del 2008 y que transcribí en mi última entrada. Por mi parte de ella he sacado veinte líneas que es lo que se puede escribir en cualquier periódico, lo he titulado “Globalización” y lo he mandado a “Las Provincias”. El blog a veces me sirve de taller y de estudio, porque al copiar algo uno se lo aprende y luego lo puede contar con más agilidad. Al menos es lo que me ha dicho esta mañana Virginia cuando le he leído un parrafazo de la Encíclica. Afortunadamente me he dado cuenta que no se había enterado mucho y le he dicho: “te lo voy a contar en lugar de leerlo” y ha sido un acierto. “Me he enterado mucho más con lo que tu me has dicho”, ha comentado. Pero, amén de que es más cómodo copiar que redactar, no solo es la pereza lo que me impulsa a ello sino el deseo ferviente de que cada cual pueda sacar del texto copiado – en toda su riqueza – aquello que él, según personalidad y carácter, debe sacar.

Me entusiasma leer al Papa. Lo copiaría todo. Parecía imposible tener un Papa que pudiera estar a la altura de Juan Pablo II, y aquí está. Al comentarlo con Amparo me ha dicho: “¡Y lo humilde que es¡. Lo he visto muy cerca en Roma y es enternecedor ver como acoge a la gente”. Yo le tengo mucho cariño – un cariño supletorio como lectora que disfruta sus hallazgos – y me encanta cuando me meto en la cocina a limpiar y recoger los cacharros – llevo toda la vida haciéndolo y pese a su dureza era más divertido estudiar Electricidad - sentirme estimulada diciéndome a mi misma mirando el reloj: “una hora de trabajo ofrecida por el Papa”. El ofrecer a lo tonto a lo tonto muchas horas de trabajo, lleva como es natural a querer aún más al Vice Cristo en la tierra, como le llamaba Santa Catalina de Siena. Eso de ofrecer el trabajo, molesto o gozoso es un chollo.