10 enero, 2011

Para leer atentamente

De Benedicto XVI: ( a cerca de la globalización)

“… sigue siendo siempre válida la palabra de Dios revelada por medio del profeta Isaías: “ La oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, más sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece (Is 60,2). Lo que el profeta anuncia a Jerusalén se cumple en la Iglesia de Cristo: “ A tu luz caminaran las naciones, y los reyes al resplandor de tu aurora” (Is 60,3)

“ Con Jesucristo la bendición de Abraham se extendió a todos los pueblos, a la Iglesia universal como nuevo Israel que acoge a la humanidad entera. Con todo, también hoy sigue siendo verdad lo que decía el profeta: “Espesa nube cubre a los pueblos” y nuestra historia. En efecto, no se puede decir que la globalización sea sinónimo de orden mundial; todo lo contrario. Los conflictos por la supremacía económica y el acaparamiento de los recursos energéticos e hídricos y de las materias primas, dificultan el trabajo de quienes en todos los niveles, se esfuerzan por construir un mundo justo y solidario.

“ Es necesaria una esperanza mayor, que permita preferir el bien común de todos al lujo de pocos y la miseria de muchos. “Esta gran esperanza solo puede ser Dios, (…) pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano” (Spe salvi,31), el Dios que se manifestó en el Niño de Belén y en el Crucificado Resucitado.

“Si hay una gran esperanza se puede perseverar en la sobriedad. Si falta la verdadera esperanza, se busca la felicidad en la embriaguez, en lo superfluo, en los excesos, y los hombres se arruinan así mismos y al mundo. La moderación no solo es una regla ascética sino un camino de salvación para la humanidad.

“Ya resulta evidente que solo adoptando un estilo de vida sobrio, acompañado del serio compromiso por una distribución equitativa de las riquezas, será posible instaurar un orden de desarrollo justo y sostenible.
Por esto, hacen falta hombres que alimenten una gran esperanza y posean por ello una gran valentía. La valentía de los Magos, que emprendieron un largo viaje siguiendo una estrella, y que supieron arrodillarse ante un Niño y ofrecerle sus dones preciosos. Todos necesitamos una gran valentía, anclada en una firme esperanza.
Que nos la obtenga María, acompañándonos con su protección de madre en nuestra peregrinación terrena”

( Homilía en la Basílica de San Pedro el 6 de enero de 2008 )