28 enero, 2011

El puntero

Un recuerdo tira de otro, como el hilo tira del ovillo; las clases de latín de de la madre Digna, trajeron el recuerdo del puntero de la madre Felisa.
Cuando llegué al Colegio de Valencia – las teresianas –, desde el Colegio de “La Enseñanza” de Zaragoza – en el que la madre Plana me daba recortes de obleas como premio cuando subía al estrado a leer el “tilín- tilán”, enseguida me di cuenta que la madre Felisa era muy buena. Tenía un gran puntero con el que señalaba hitos de la Historia Sagrada dibujados en grandes carteles de suelo a techo: la expulsión de Adán y Eva del paraíso, la torre de Babel.. a veces los dibujos a buen tamaño y a todo color, nos concernían más de cerca, como el que representaba un niño que se disponía a cruzar un puente de madera hecho con tablones y a los que faltaban algunos. Su ángel de la guarda iba tras él. La madre Felisa nos explicaba: los diez mandamientos de la ley de Dios son como esos tablones que forman el puente – decía señalando con el puntero - . Es necesario cumplirlos todos para poder cruzar el puente que lleva al cielo. Mensaje captado. Con el puntero también se señalaban en los mapas, países lejanos.

Un día la madre Felisa: dijo a mis padres: “ésta niña se echa mucho hacia delante”, al tiempo que ella procuró corregir la situación. Me puso de pié en un extremo de la clase y agarrando el puntero lo pasó por detrás de mi espalda, haciéndomelo sujetar con los codos. A la vez que decía: “ ésta niña no está castigada, estará así un ratito para que mantenga recta la espalda”. Al cabo del tiempo mis padres me pusieron paletillas. Recuerdo con cariño el interés de la madre Felisa. Así con el puntero, de alguna manera parecía un crucifijo. Buen comienzo para una cristiana.

Crecí pronto y mucho. A los doce años, alguna vez me dijeron por la calle: “¿Qué tiempo hace por esas alturas?” o me llamaban Giralda. Cuando fastidiada por ello se lo contaba a mi madre – que era bajita – me decía:
“ No te preocupes, de mayor tendrás un tipo estupendo.” Y, sin falsa modestia tengo que reconocer que así fue.