En poco tiempo
En poco tiempo he recibido, de los acontecimientos de la vida, como dos luces similares. Diré de que se trata:
Cuando vimos en televisión el desastre de Haití, del que no deberíamos desentendernos, junto al la catedral de Puerto Príncipe hecha añicos había quedado intacta, una cruz blanca de piedra que se destacaba esperanzadora contra el cielo azul. Era una luz en la tragedia. Lo advertí nada más verla, antes de que la locutora dijera: “que curioso, la cruz está intacta”.
Al oír hace poco la meditación de un sacerdote sobre la caridad, núcleo de nuestra fe cristiana, recordó las palabras del cuarto capítulo de San Juan:
“El que no ama a su hermano, no conoce a Dios porque Dios es amor”. Y recordó también que la primera encíclica de Benedicto XVI, llevaba por título “ Dios es amor”. Apuntaba también a lo esencial: “en esto conocerán que soiís mis discípulos, si os amáis los unos a los otros”. Y contó –aquí viene la segunda luz a la que me refería – que la primera Residencia de chicos del Opus Dei en Madrid, estaba situada en Ferraz 16, muy cerca del cuartel de la Montaña, en el que durante la guerra civil española, se luchó de modo implacable. Al terminar ésta, cuando los nacionales entraron en Madrid, San Josemaría – ya sin ocultar su identidad sacerdotal – fue a ver los posibles daños que habría sufrido la Residencia, que con tanto sacrificio y esfuerzo se había montado. La encontró hecha añicos. Pero en un movimiento de cabeza vio en el suelo, en medio de los escombros, un cuadrito pequeño de marco dorado que había estado siempre en la biblioteca. Era un cartel que decía: “Amaos los unos a los otros, como Yo os he amado”.Era todo lon que quedaba de la Residencia. Pero sufiente: había que volver a empezar.
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