17 de enero: San Antonio Abad
“La palabra de Dios, tiene un poder curativo para aquellos que la frecuentan asiduamente. Esta es la experiencia espiritual que hicieron los monjes del desierto en los primeros siglos de la historia de la Iglesia. Miles de hombres y de mujeres que como San Antonio, (251- 356) se marcharon al desierto a un combate espiritual. Su aspiración era la conversión personal, la pureza de corazón, la búsqueda de Dios a través de la oración continúa, Y uno de sus medios privilegiados, la asimilación de la Escritura, que se esforzaban en meditar noche y dia”
“Descripción de San Antonio ( por su biógrafo San Clemente de Alejandría) a raíz de su primer contacto con unos fieles, después de los años transcurridos en soledad: “Su cuerpo guardaba su antigua apariencia: no estaba ni obeso por falta de ejercicio, ni macilento por sus ayunos y luchas con los demonios: era el mismo hombre que habían conocido antes de su retiro. El estado de su alma era puro, pues no estaba ni encogido por la aflicción, ni disipado por la alegría, ni penetrado por la diversión o el desaliento. No se desconcertó al ver la multitud, ni se enorgulleció al ver a tantos que le recibían. Se tenía completamente bajo control, como hombre guiado por la razón y con gran equilibrio de carácter.. El gozo de su alma se transparentaba en la alegría de su rostro, y por la forma de expresión de sión de su cuerpo se sabía y se conocía la estabilidad de, alma, como dice la Escritura: “Un corazón contento, alegra el rostro” (…) Jamás estaba turbado, su alma estaba serena; jamás estaba sombrío, su espíritu estaba en la alegría:”
( “Llamados a la vida” de Jacques Fhilipe )
Lo he copiado en honor de dos hombres buenos que celebrarán hoy su santo en el cielo:
Antonio Cerdá Carpio, Teniente Coronel de Estado Mayor (no llegó a General por su enfermedad) que ingresó en la Academia Militar de Zaragoza con el número 11 de toda España y murió después de treinta años años de sufrir pacientemente una arteriosclerosis múltiple.
Antonio, amigo nuestro, tuvo una sola novia: su mujer, que le dio cuatro
hijos. Nunca le vi que no sonriera. Antonio era imperturbable.
Antonio Ruiz de la Torre, supernumerario del Opus Dei, Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos ( de los de antes), padre de cinco hijos, que tuvo la suerte de morir en su casa, donde se celebró una misa, rodeado de sus hijos y bromeando al conocer, justo cuando se moría, al novio de su hija pequeña. A Antonio, vecino mío también lo vi siempre sonriente.
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