24 enero, 2010

El amor a uno mismo

“ ….por último, el amor a uno mismo se construye con el apoyo del amor de Dios; el que se cierra a Dios terminará, antes o después, por detestarse a sí mismo, pues no descubrirá la ternura del Padre, su mirada amable y bondadosa, un descubrimiento que es el camino más seguro para aceptarse tal y como se, con defectos y limitaciones. El rechazo de Dios desemboca en el odio de sí. Creo que hay en ello una ley insoslayable, y me parece que lo ilustra la evolución de nuestra cultura desde hace varios siglos. El hombre moderno tiene una dificultad terrible para amarun poco condenado a triunfar en la vidase a sí mismo. La profusión de obras de psicología sobre el desarrollo de la personalidad y la adquisición de la autoestima es un signo elocuente. Si tecleas en “autoestima” en Google (sitio de búsqueda en internet) encontrarás ¡1.400.000 páginas solo en francés¡. Allí aparece lo peor y lo mejor. De ningún modo me inclino por un retorno a la cristiandad de la Edad media, pero estoy convencido de que el hombre del siglo XIII no tenía tantos problemas para amarse a sí mismo. Aquellos hombres tenían la certeza de ser criaturas de Dios, pecadores ciertamente, pero dignos de amor y redención. Eran capaces de hacer grandes tonterías pero creían en la posibilidad del rescate. En los siglos XVIII y XIX rechazaron a Dios con la ilusión de que eliminarían de golpe la culpabilidad y por fin el hombre sería libre y feliz . Olvidaron una cosa: sin Dios, el hombre está solo para llevar el peso de sus desdichas, de sus miserias y de sus faltas. Si no hay Dios, tampoco hay misericordia ni perdón. El hombre de hoy está un poco condenado a triunfar en la vida, sin remisión posible en caso de fracaso. No puede absolverse a sí mismo, a pesar de los intentos que haga en ese sentido, incluso con un ejército de psicólogos que le libre dee culpabilidad. La autoestima necesita un fundamento: la certeza de que, ocurra lo que ocurra, soy amado y puedo amar. Solo Dios puede garantizar absolutamente esa certeza. “

(de “Llamados a la vida” de Jacques Fhilippe”)