04 febrero, 2008

De todo un poco

Me quedé con gana de escribir el día 2 de febrero, fiesta de la Candelaria. Bonito ver, durante la misa, la iglesia llena de candelitas encendidas. Puntos de luz que nos recuerda que Cristo es la luz del mundo. Bonito el volver a ver a Ana, con sus 93 años en su banco de siempre en primera fila, después de haber remontado una gripe. “La gripe se lleva a muchos viejecitos” decía mi madre todos los inviernos. A ella se la llevó a los 86, hace hoy dieciocho años. Bonito el oír de nuevo el hermoso relato de San Lucas en su capítulo 2 y escuchar como premió Dios a la profetisa Ana, que “había permanecido siete años casada desde su virginidad y llevaba ochenta y cuatro de viuda, sirviendo a Dios en el templo con ayunos y oraciones”.

Por la tarde Esther y yo fuimos a ver a Maribel a la clínica porque se había operado de su segunda rodilla. Maribel, a la que de recién casada sus cuñadas - cuñada viene de cuña - llamaban “la inconsciente”, ha tenido ocho hijos y veintiocho nietos. La encontramos, con su bonito camisón rosa, rubia, sonriente y de buen ver. Maribel es mucha Maribel. Al salir, ya de noche, después de haber pasado una buena tarde ( suele suceder siempre que se practica una obra de misericordia, en este caso “visitar a los enfermos”) me caí, cuan larga soy en un paso cebra. Las dos nos pegamos un buen susto. Me pude levantar sin nada roto dando gracias a Dios. Esther, con gran alivio no tuvo que llevarme al Clínico y aún pudimos las dos volver andando a casa.