19 enero, 2008

Marco Aurelio

Tiene su punto de emoción el ver como hombres y mujeres más o menos ancianos, a veces hay también algún joven, se acercan lentamente a la pequeña capilla de la Iglesia de Santa Catalina, donde a diario está el Santísimo expuesto en la custosdia, para estar un rato con Él. Son gente sabia, que valora el silencio y el saberse escuchados por Dios.
Quizá ven poco, de ahí su lentitud al andar. Viéndolos pensaba esta mañana que los hombres, cuando se van despidiendo del mundo, primero ellos van viendo poco y luego los demás dejan de verlos a ellos. Y me ha venido a la cabeza esa frase de Marco Aurelio: “Un poco de tiempo, y todo lo habrás olvidado, un tiempo más y todos te habrán olvidado a ti”. Pero enseguida, he recordado otra mucho más estimulante que el Profeta Isaías pone en boca de Dios: “¿Puede una madre olvidarse del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidare, Yo no me olvidaré de ti”. No podía ser menos. No somos, como decía Sastre, una pasión inútil”. Ël ser mujer y ser madre hace que estas cosas decisivas estén claras.

Me ha encantado leer en el “Jesús de Nazaret” ( docta lectura): las palabras de un Salmo: “Me abriste el oído” (Sal 40,7) ¿Qué porqué? Porque yo nací en julio (7 ) del 40 y a mí el Señor, me abrió el oído. Siempre he disfrutado y en buena parte entendido, la Palabra de Dios.

Esto de relacionar con las fechas de la propia vida, con los versículos de la Escritura, tiene su “miga”, Me viene a la cabeza ese estribillo que sonaba en la TV en un programa infantil de hace años: “Todo está en los libros, todo está en los libros…”