13 febrero, 2008

De acuerdo

Leyendo a Susanna Tamaro, lo que va en contra de mis principios porque no me gusta leer “bestseller” me he encontrado con ideas que comparto, puestas en boca de Myriam una mujer judía. Aquí están:

“Los niños quieren sentirse orgullosos de sus padres, lástima que los padres no se den cuenta. En los casos más afortunados, un padre y una madre tienen una idea de cómo debería ser el hijo y actúan para que todo se adecue a esa idea. En los casos más desafortunados no ven nada más allá de ellos mismos y siguen viviendo sin percatarse de ese rayo láser que les apunta permanentemente, una mirada que traspasa muros y supera distancias, implacable, sedienta, hambrienta, capaz de alcanzarlos en cualquier parte de la tierra, de seguirlos al cielo o al infierno, dispuesta a arriesgarlo todo, a perderlo todo, una mirada que desde el mismo momento que se ha posado en el mundo reclama solamente una cosa: otra mirada que le responda”.

“Acaso no quieren transformar al hombre en un consumidor omnívoro, siempre insatisfecho? Compro, luego existo: este es el horizonte hacia el que todos – dóciles como ovejas – nos dirigimos, pero nuestra meta no es el redil sino el abismo; la idolatría está siempre al acecho del corazón del hombre.”

“Catástrofes inimaginables nos esperan a la vuelta de la esquina. ¿Cómo se puede pensar en tocar el corazón del átomo, en manipular el ADN y seguir aún hacia delante, como si nada?. Mientras todos bailan con los auriculares en las orejas y los ojos cerrados por éxtasis artificiales veo, cada día más cercanos, los destellos del final”

Respecto a ésta última idea, con su núcleo de sensatez, me permito apuntar que hay en el mundo gente que reza y además del gran poder de la oración para cambiar las cosas, Él es el Señor de la Historia.