17 enero, 2008

La vida con v minúscula

Esperando el ascensor con mi vecino Ricardo al que, aunque la edad le ha hecho más silencioso le sigue gustando filosofar, le dije por decir algo: “los tres ascensores están por las nubes, como la vida” a lo que me respondió: “Esta vida con minúscula si se considera como aperitivo de la Vida con mayúscula, es una maravilla” y continuó: “El año pasado por estas fechas, me abrieron en canal para operarme del corazón. Pepita desde entonces está mal.” . “Caramba Ricardo - le dije – eso que dices lo saco yo en los papeles”. Y lo que se dice se cumple. Ricardo tiene ochenta y siete años y lleva mas de cincuenta de santo matrimonio con Pepita que tiene todavía unos ojos alegres y cuando él la rondaba unas hermosas trenzas. Son unos vecinos ejemplares, de los que he podido aprender mucho.
La verdad es que la única forma de considerar esta vida maravillosa es viéndola con el tras fondo de la otra. De ahí que quienes así la vemos, estemos deseosos, no solo de dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos la pidiere, como nos recomienda San Pedro en una de sus cartas, sino de hablar de ella a troche y moche o por mejor decir, con ocasión y sin ella, como en este caso nos recomienda San Pablo, también en otra de sus cartas,
porque además de que el bien de suyo es difusivo y está en la entraña del hombre buscar el diálogo amistoso y hablar en él de lo que a uno le apasiona sin que esto suponga imponerle al otro su punto de vista. Y aunque he encaminado estas líneas hacia la vida perdurable lo mismo hubiera podido hacer sobre el matrimonio cristiano. Y es que intercambiar un par de frases esperando un ascensor, da para mucho.