27 julio, 2007

Por que no se diga

Por que no se diga que hablo de Unamuno y no doy cata de él, cojo al azar algo de su diario íntimo:

“Jueves 20 de mayo. Hechos IX

3 Yendo en busca de gloria súbitamente el terror á la muerte.
5. Triste empeño el estudiar la religión y deshacerla con el análisis.
6”Señor ¿qué quieres que haga?” Levántate y entra en la Iglesia y se te dirá lo que has de hacer.
8 En efecto no veo nada.
10 ¿Cuándo vendrá Ananías? O habré de ir a buscarle?
¿Cuál será mi destino?
18 Esto solo con la confesión se consigue.
19 El manjar eucarístico.
20-21 “Id y predicad el evangelio a todas las naciones”
23-24 consejo de matarme espiritualmente.
29. Con los griegos, es decir, n los intelectuales, con aquellos entre quienes he vivido y que me han levantado.”

Se ve Unamuno traslada al papel su meditación sobre el capítulo IX de “Los Hechos de los Apóstoles”. El que vivió obsesionado por el temor a la muerte murió de anciano sentado en la mesa camilla departiendo con un periodista. Éste contemplaba a su interlocutor pensativo, mientras sintió un fuerte olor a quemado. Miró el brasero: la zapatilla de Don Miguel estaba ardiendo, él no lo notaba. Unamuno había muerto. Lo hizo, como había vivido: hablando con el personal. Tuvo pues una muerte dulce.

Me ha emocionado ver impreso en el diario, la primera página manuscrita de él: en papel rayado de libreta con una pequeña cruz coronando la escritura se lee “ Pospón toda sabiduría terrena y toda humana y propia complacencia”