13 julio, 2007

Testigo de la revlución francesa

Del Diario de Mrs Elliot, amante del Duque de Orleans, encarcelada durante la revolución francesa:

"Sobre las ocho de la tarde, sentada junto al fuego, sin poder reprimir el llanto, entraron el carcelero y su esposa llevando un camastro parecido al mío, relativamente más confortable que los otros que había en la celda. Se mostraron compasivos conmigo, trataron de aliviarme en mi dolor y me dijeron que en breve tendría compañía en la celda. Pregunté quien era. Me dijeron que un anciano inglés...La verdad es que me molestó, tener en breve compañía masculina.
Cuando el pobre anciano entró en mi celda, vi que se trataba del doctor Gem, un médico inglés que vivía en Francia durante cuarenta años; tenía entonces ochenta años de edad. Me dolió mucho ver a un hombre tan mayor en semejante lugar. El también le dolió verme allí; me dijo que había algo que me concernía: que en breve se decidiría mi suerte. También me dijo que no temía por su vida, pues al fin y al cabo era un filósofo y un ateo; esto último lamenté oírselo decir. Parecía desear que habláramos sobre estos supuestos, la filosofía y el ateísmo, pero le rogué que me dejara como estaba, esto es, en lo que el llamó mi ignorancia...La religión era el único consuelo que me quedaba en aquellas circunstancias, ante las pavorosas escenas que veía a diario desde hacía tiempo. Supongo que eso me dio las fuerzas necesarias para sostenerle cuando se vino a bajo, cuando el pobre hombre cayó en un estado de desesperación evidente al saberse desprovisto de lo que había sido su mundo, su tranquilidad, las comodidades que hasta entonces había gozado. Traté de divertirle con anécdotas y al final conseguí que se riera. Después, con los ojo llenos de lágrimas, me dijo: “Parece usted feliz y contenta, aunque quizá en pocos días la conduzcan al cadaldso. Yo, en cambio un viejo, sólo echo de menos la vida cómoda y grata”. Le hacía la cama, limpiaba la parte e celda que ocupaba, le lavaba la cara y las manos, remendaba sus medias...En fin, le presté todas las atenciones que deben tenerse con una persona de su edad que a penas puede valerse.