10 julio, 2007

Jose Antonio

Cuando salgo de casa por las mañanas alrededor de las nueve veo en la terraza de al lado a José Antonio. Llevo años viéndolo inclinado sobre el periódico, casi bebiéndoselo. Como si fuese la Biblia. Jose Antonio es de mi quinta. Solo un hombre puede llegar a esa edad apacentándose de viento. Jose Antonio trabajaba con mi marido, cuando éste era en palabras del Director de la Oficina de obras Públicas “el hombre más sonriente de la oficina” y yo, en palabras de su chofer preferido, me parecía a Sonia Bruno. Tiempos lejanos. José Antonio era Ingeniero de Caminos, cuando los Ingenieros de Caminos eran, en frase de mi madre: “poco menos que nuestro Señor”.

En cuanto a mi, con marido pero sin hijos, tenía tiempo de hacer en el Departamento de Cancerología de la Facultad, cromatografías de capa fina de los aminoácidos extraídos de la sangre de ratas a las que se les había inoculado un determinado tipo de cáncer. Allí conocí a María, la mujer de José Antonio. Eran un matrimonio “progre”:nada de práctica religiosa. Cuando una mujer tenía un montón de hijos se hablaba de ella como del “segundo sexo”..y mirada de superioridad hacia quienes veíamos las cosas de otro modo. Han pasado los años. Jose Antonio y María tuvieron una niña y ahora dos nietos. Él lleva tiempo jubilado. Juan, al que yo vi siempre como a San José, otro Ingeniero de Caminos de su misma edad y compañero suyo, tuvo seis hijos, entre ellos un sacerdote, y ahora tiene además, treinta nietos. Aprovecha su jubilación para trabajar de otro modo: Curso en Praga para Ingenieros, Escuela de Padres en África..

Nada es más práctico que una buena teoría. (Aristóteles)

Quien le pusiera a José Antonio un buen libro en las manos. Como Dios es su Padre, alguien lo hará. A mi me queda al pasar por su lado, rezar por él.