22 julio, 2007

Debilidad y fortaleza

Cuenta san Francisco de Sales en su ameno libro “Introducción a la vida devota” que:

“ San Gregorio obispo de Nizanzo ( según el mismo contaba a su pueblo), paseándose a las orillas del mar, consideraba cómo, adelantándose las olas sobre la tierra, dejaban almejas, conchas, caracolillos, algas, pequeñas ostras y semejantes menudencias que la mar desechaba o, por mejor decir, escupía a las orillas; y volviendo después con nuevas olas, tornaba a tomar recoger parte de lo que había dejado, mientras que las rocas e alrededor quedaban firmes e inmóviles por más que fueran combatidas por la furiosa resaca continuada. Sobre esto fabricó este espiritual pensamiento: que los flacos, como las almejas, conchas y caracolillos, se dejan llevar ya a la aflicción , ya a la consolación, puestos a la voluntad de las ondas y olas de la fortuna; pero que los grandes ánimos quedan firmes e inmóviles ante cualquier género de borrasca. Y de este pensamiento hizo nacer estos fervorosos afectos de David: “¡Oh Señor¡ Sálvame, porque las aguas han penetrado hasta mi alma. ¡Oh Señor¡ Líbrame del profundo de las aguas, que me han llevado al profundo del mar y la tempestad me ha sumergido”;
porque entonces se hallaba en grande aflicción, viendo que Maximus intentaba usurpar su obispado.”

Por otro lado, saber de memoria algunos Salmos, apaña mucho la vida. Vaya éste, de ejemplo: “¡Señor¡, alegra a tu siervo que he clamado a Ti día y noche”