10 mayo, 2007

¿Despojo?

El 6 de mayo, me sacaron en “Las Provincias”: “El alegre mayo”, lo cual unido a dos conversaciones simpáticas que tuve y a tres cartas que escribí en un plis plas, hizo que estuviese especialmente contenta cuando me disponía a irme a comer con mis hijos, que me invitaban por ser el día de la madre. El caso es que agarré mi periódico ( por si se les ocurría leerlo), mi libro de compañía (gracias a Dios están los libros de compañía, para quienes no queremos perro), doy un portazo y me voy. Ya fuera de casa, inmediatamente caigo en la cuenta de que me he dejado el bolso dentro y sin dinero, sin llaves, sin móvil y lo que es peor, sin saberme el móvil de ninguno de mis hijos (por la maldita memorización). Por ser el día de la madre las posibles vecinas tampoco estaban. Bajé a la calle en busca de alguien (amigos, cuantos más mejor) y me encontré con mi vecina que me dejó dinero por lo que pude acudir, cogiendo el autobús, a la cita que era lejos y allí esperar que vinieran ellos, que tienen llaves de mi casa. Fue una experiencia dura, mientras duró. Me sentí despojada. A raíz de ello pensé en lo tremendo que debe ser la separación del alma y el cuerpo y por tanto lo bueno que sería rezar toidos los días por los agonizantes, amén de que un día sea yo la agonizante. Pensé también, cuando esperaba ansiosa que acudieran mis hijo, en lo tremendo de las almas del Purgatorio, que están allí esperando ser liberadas sin poder contribuir ellas mismas a su liberación. Pendientes de nuestras oraciones. De que nos olvidemos de ellas. Como se ve, no hay mal que por bien no venga.