Asus pies
Ayer en el autobús, una mujer de mediana edad ayudó a bajar de él a un viejecito, que cuando lo hubo conseguido, después de darle las gracias, le dijo: “ A sus pies, señora” y continuó tambaleante su camino. Lo miré con ternura. Ya van quedando pocos, se van muriendo, los hombre que rinden homenaje a una señora, que se colocan convencidos a sus pies. Son hombre a los que no se les hubiera podido meter el gol de la ideología de género. Tienen muy clara la diferencia. Uno de estos hombre es Ricardo. Ricardo es todo un caballero de ochenta y seis años, que tiene ya biznietos. Cuando le conté ese chiste en el que cuando una mujer en el cielo, ve llegar a él a su marido y le dice ilusionada: “Cariño, que bien, ¡toda la eternidad juntos¡ e él le contesta: “Para un poco: el contrato matrimonial decía hasta que la muerte nos separe”, él me contestó: “No me ha gustado nada ese chiste. Sí en el cielo no encuentro en él a mi mujer, me parecerá que eso no es el cielo. ¡Sesenta años aguantándome.., jugando conmigo al dominó… Es mi novia eterna. Yo la quiero como a mi novia, porque a las novias se las quiere más que a la mujer”. Cuando Pilar, madre de cuatro hijos, cuyo matrimonio feliz dura mas de cuarenta años, iba a casarse, su padre, que había tenido doce hijos más, le dijo al novio: “Te voy a dar un buen consejo: Trátala siempre como a una novia.”. Se ve que se siguió el consejo. No está de más decir que ambos matrimonios y tantos más de los que podría hablar, lo fueron matrimonios por la Iglesia. Convencidos de que se jugaban vida y felicidad a una carta. Hay hechos de los que, como los notarios, vale la pena levantar acta.
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