23 abril, 2007

Aquí estoy

“La Lloma” estaba hermosa después de tanta llovida y pasear por sus jardines y sus campos de naranjos cubiertos de azahar una delicia. El vivir unos día bajo el amparo del Altísimo, aunque lo estamos siempre ( la presencia del Señor en el sagrario del oratorio) se nota. A veces de modo muy real: Mariló, una aguerrida viuda no por el tamaño, que es bajita sino porque como hija de militar, se ha criado en la disciplina: “orden y contra orden, desorden” al bajar del oratorio por la empinada escalera de granito que conduce a él, puso un pié en falso, dió una voltereta y cayó desplomada saliéndole sangre de la cabeza.(versión contada por Inmaculada, que es de su quinta y bajaba detrás de ella, porque las más lejanas nos enteramos del golpe por el ruido que produjo) Mariló tiene setenta y cuatro años y vive sola. No tiene ni hijos ni parientes que se ocupen de ella. Impresionaba verla tendida sobre la escalera sin poder levantarse. La llevaron a poner puntos y ya por la noche a que le hicieran una radiografía de la mano dem no sin antes labarle cuidadosamente la cabeza para que después no oliera mal la sangre seca sobre el cabello. Cada una de nosotras en silencio rezó lo que pudo. En mejor compañía no podía estar. Felizmente no solo no se rompió nada sino que a la mañana siguiente nos dijo que nada le dolía.

Allí empecé a leer un libro que me pienso comprar, tiene buena pinta: “Antes del alba”, la autobiografía de Eugenio Zolli, el rabino de Roma, en la que cuenta su conversión.
Contaré algo más de estos días.