De días pasados
Este año la festividad de la Virgen de los Desamparados, que en Valencia se celebra el segundo domingo de mayo, cayó el día 13, festividad de la Virgen de Fátima (“El 13 de mayo a Cova de Iría / bajo de los cielos la Virgen María”). Y tuve la gran suerte de ver, a las 10,30 de la mañana, “el traslado” ( de la imagen de la Virgen de la Basílica a la catedral), desde un balcón de la casa de mi hijo Juan, que enfrenta con el cimborrio y la puerta gótica de la seo, y por la tarde, también desde allí, ver salir la procesión solemne a la que, gracias a Dios no falto ningún año. De niña mi padre salía en ella vestido de militar con uniforme de gala y a lo largo de mi vida, desde la calle y cuando podía hacerlo, corriendo por las callejuelas con alguna amiga, o con el novio y el marido más tarde, he tratado de encontrarme muchas veces con la imagen de la Virgen y pedir lo que hacía al caso, según mis años: el aprobado de la Electricidad y de la Termo, una empleada de hogar de confianza con quien poder dejar mis hijos, que mi marido sacara la oposición a la Cátedra, que mis hijos varones practricaran su fe de niños…Este año, aunque tengo que repetir la petición por la práctica de la fe a los que se han apartado de ella, he podido ver el paso de la Virgen, no solo con mis dos hijos varones, uno de ellos con coartada de fotógrafo, sino con una de mis hijas marido e hijos. Mucho que agradecer.
El 14 de mayo de 1995, festividad de San Matías, santo de mi abuelo el del ojo de cristal, volvía a casa de la India mi hijo Juan, después de haber estado allí seis meses, sin más compañía que su ángel de la guarda y las oraciones de su madre, con sus amebas y su delgadez, después de haber estado, al borde del agotamiento en los Himalayas y ser robado en Kerala.
Después de haber estado en 1990, otros seis meses, embarcado en la carabela Pinta y entre una cosa y otra en el Sahara, bajando hasta el golgo de Guinea. En fin…
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