24 enero, 2007

Solo por haberme oído

“Solo por haberme oído / entre mis membrudos brazos / te tengo de hacer pedazos”.
Así amenazaba Segismundo a su carcelero por haber sido testigo, aunque involuntario, de sus lamentos y frustraciones. Recordaba esto cuando me contaron, como en una familia unida, una buena familia, uno de sus miembros, por su profesión, había ayudado a resolver problemas laborales de algunos de sus miembros . Uno se desahoga y luego toma cierta inquina a quien conoce, sin necesidad, una vez pasado el agobio que nos atenazaba, a quien ha tenido acceso a una intimidad que nunca está totalmente exenta de mezquindad. Prudencia. Gran virtud para hablar y para escuchar. Hay cosas que es mejor negarse a escuchar. Maravilla de la confesión cristiana que, además de perdonar nuestra iniquidad, de lo que siempre estamos necesitados, nos sirve de desahogo psicológico y es anónima, auricular y secreta. Y cuánto bien nos han hecho los clásicos, en este caso Calderón de la barca, de advertirnos de estas cosas, hasta en verso.

Mi madre, cuando ya me había mandado o dicho alguna cosa varias veces, sin que me diera por aludida, solía decirme: “¿quieres que te lo diga en verso?”.Y es que el verso entra bien, se grava en memoria, tranquiliza.
Mi madre, a pesar de decirlo, nunca improvisó versos. Pero era bastante capaz de hacerlo.