11 noviembre, 2006

Sobre adopciones

Alguna vez he contado que tengo dos nietos adoptivos rusos, llegaron como el Niño Jesús, en diciembre del 2002 y nunca olvidaré la primera vez que la niña, una rubia preciosa de tres años, en una reunión familiar navideña, después de rodear jugueteando la mesa cuadrada de la tertulia, eligió libremente mi regazo para venir a acurrucarse en él. Ella era un regalo de Dios y también una responsabilidad y como tal la sentí. Marta, que así se llama, ha aprendido a rezar a su ángel de la guarda para que su madre encuentre aparcamiento, hace mucho que conoce las oraciones del cristiano, y quiere a la Virgen María que es su madre del cielo. Sabe que el Señor está en el sagrario y que su hermano Alejandro lo recibirá este año. “Abuela, antes de comulgar me tendré que confesar aunque no me guste” me decía ayer sonriendo cuando me acompañaba, a San Juan del Hospital a que lo hiciera yo, Le tranquilicé : “a nadie nos gusta pero luego se queda uno muy contento. Mis nietos han tenido después una hermanita y están esperando otra. Dios ha premiado la generosidad de sus padres adoptivos con dos hijos biológicos. Por la noche ví el programa “Hijos del corazón”. No me convenció, es un programa parcial. No es fácil que a quienes hemos conocido el calor y la seguridad que, de niños, proporciona una familia cristiana nos den gato por liebre. Hace ya mucho tiempo que están tratando de cambiarnos los parámetros, por eso los que por edad somos sabios tenemos que escribir.Es algo muy grande la familia para que traten de cambiarnosla.