24 octubre, 2006

Sobre Santo Tomás de Aquino

Quería ayudar a mi amiga Mary Luz en la preparación de su clase sobre Santo Tomás de Aquino, que tiene que explicar a adultos. Para ello he ido a mi pequeña biblioteca a por el “Santo Tomás de Aquino” de Chesterton, publicado hace muchos años en la colección Austral. Ha desaparecido de allí. En este caso, el escrutinio de mi biblioteca, se debe, pura y claramente, a que uno de mis hijos ha arramblado con cuanto libro mío podía interesarle. En fin… No se lo reprocho en exceso, después de todo fui yo quien le indujo a amar los libros. El libro de Chesterton sobre Santo Tomás es delicioso, como muchos suyos. Como lo es su “San Francisco de Asís”. En vista de la imposibilidad de releerlo he ojeado brevemente el Catecismo de la Iglesia Católica para encontrar alguna cita suya. He aquí una sobre el Padrenuestro:

“La oración dominical es la más perfecta de las Oraciones…En ella, no solo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no solo nos enseña a pedir, sino que también forma toda nuestra afectvidad”.

Santo Tomás de Aquino me es especialmente simpático, no solo por su clara inteligencia y su amor a la verdad sino porque en su fiesta, 28 de enero, tomé yo una buena decisión en la vida. Era, yo no lo soy, un hombre reservado que no se prestaba a la confidencia. Poco sabemos de él pero lo poco es bastante: el Señor mismo le dijo al acabar la Suma Teológica: “Bien has escrito de Mí, Tomás”, y cuando Cristo le preguntó que es lo que quería, le contestó: “A ti solo, Señor”.

“Lo mismo que el que poseyese un libro en el que estuviera toda la ciencia, no buscaría sino saber aquel libro, así también nosotros no necesitamos buscar más que a Cristo”,porque en Cristo como dice el apóstol, “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.”