El bolso
He mandado al periódico esta carta:
Estando sentada en una terraza, frente al Mercado Central en la calle de María Cristina, me quitaron el bolso. Nada nuevo y sin embargo, cuánto trastorno. Toda la casa iba en el bolso: buen billetero de piel , regalo de una de mis hijas - el mismo bolso era regalo de otra - ,carne de identidad, carne de la EMT, tarjetas de crédito, agenda con la propia vida, teléfonos y direcciones, rosario entrañable `por las muchas veces de haber pasado sus cuentas y también por quien me lo regaló, un cepillo de pelo, un lápiz de labios nuevo, treinta euros…Gracias a Dios, el móvil ese día me lo había dejado en casa y las gafas las llevaba puestas porque por estar inmersa en la lectura, me quitaron el bolso. Lo había dejado pegado a mis pies, costumbre ésta arraigada, que tengo que desarraigar, ¿quién va a maniobrar ahí? me había dicho siempre. En este caso hicieron. Pensando después en el hurto – la diferencia entre hurto y robo, es que el hurto no lo cubre ningún seguro – recordé aquello de que “los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz”, pero recordé también que “la necesidad aguza el ingenio”. Y El caso es que había por allí policías pero, como dice alguien que conozco: “van a lo que van”: a freir a multas a los vecinos del barrio del Carmen a los que ni se les construye aparcamientos ni se les dejan aparcar en ningún sitio. En fin…
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