26 septiembre, 2006

Del diario de Delibes (I)

Escribía Miguel Delibes el 30 de mayo de 1971:

“Uno de estos días hará el año de la muerte del matrimonio Guzmán, uno de los fenómenos humanos que más me ha afectado. Don Antonio, viejo cirujano con más de ochenta años encima, nos confiaba a los amigos, cuando su mujer enfermó, el insoportable dolor que para él suponía el sobrevivirla. Por lo visto esta posibilidad jamás había entrado en sus cálculos. No obstante mientras su esposa estuvo en cama no se separó de su lado y cuando falleció (con una mano entre las suyas) él sufrió un síncope y murió un cuarto de hora más tarde. Al día siguiente emocionaba ver juntos los dos ataúdes gemelos cubiertos con las flores silvestres y las aromáticas matas de tomillo de la casita que el matrimonio había escogido para su retiro. Ante esto me resulta difícil identificar el amor con el sexo; la ecuación amor- orgasmo no me sale. Yo pienso que el amor sobrevive al sexo y el culto al orgasmo, tan extendido, participa de aquel pero no es aquel” (“Un año de mi vida”)

Tomando café con Lola, le he dado a leer este fragmento. Se ha emocionado. Mis abuelos – me ha dicho – murieron de forma parecida: mi abuela María. le decía a mi abuelo: “Mariano tu eres muy renegón y a ti, si yo me muero no te va a aguantar nadie. Así que le he pedido al Señor que yo me muera después que tu para poder cuidarte”. El buen Mariano se murió a los 84 años y diez días después murió ella. Se murió de pena. Había cubierto aguas. Mis abuelos –seguía diciéndome Lola – estaban siempre discutiendo pero se querían mucho. Yo pensé en los míos, los dos llegaron a la ancianidad, también discutían mucho. Mi madre decía de ellos: “Están siempre como el perro y el gato, pero no pueden vivir el uno sin el otro”•