10 julio, 2006

Después de la visita del Papa

He mandado esta carta a "Las Provincias":


Como en Galilea

Han pasado tantas cosas bonitas en estas 26 horas que el Papa ha pasado con nosotros, horas en que nos ponemos en paz con la tele y le agradecemos infinitamente su trabajo, que es difícil seleccionar. Desde aquella abuelita que para poder ir a la misa del Papa, hizo, con su miedo, un largo periplo en moto, rezándose mientras el rosario del día, agarrada a la cintura de su yerno, hasta aquella otra, operada de una rodilla y con la otra en mal estado, que consiguió una silla de ruedas y en ella se fue con hijos y nietos, pasando por aquel buen hombre al que le vimos y oímos decir alegremente al ser preguntado: “Mi señora y yo somos siempre seguidores de la fe”. Y aquel padre de tres hijos pequeños, que después de haber visto con estos, por la tele, el acto de Testimonio de las Familias en la ciudad de las artes y de las ciencias, y acabar llorando a moco y baba, se levantó, como San José a media noche, cogió a sus dos hijos de 8 y 7 años y se encaminó con ellos a esperar, sentados en el césped, la Misa del Papa. Sabía que esa experiencia no la olvidarían nunca. Y aquella otra mujer, de Brindisi, cuyos niños llevaban en un estandarte de cartón un simpático e dibujo de un par de niños, niño y niña, llevando juntos una cruz a cuestas…Tanta y tanta gente buena, que, a través de su Vicario, sigue al Señor, como en Galilea, porque solo Él tiene palabras de vida eterna. Creo que a muchos nos va a ser ahora más fácil rezar por el Papa.