26 junio, 2006

jazmines

Por suerte, he pasado unos días en “La Lloma”, éramos 22 mujeres variopintas, de todas las edades. Había incluso una francesa de Bretaña que no siempre podía expresarse en castellano, pero su “¡Oh lalá”, su sonrisa y el brillo de sus ojos, le hacían mucho papel. Tiempo para descansar, aprender, leer, nadar, rezar –rezar mucho, que es descanso del alma – convivir, cambiar impresiones y comer bien. Porque realmente en “La Lloma” se come muy bien y con un servicio de mesa impecable. Cosa que agradecemos mucho quienes sabemos el curro que ello supone. Conozco “La Lloma”, una casa de retiros que lleva el Opus Dei, desde que se abrió en el año 67. A partir de entonces, miles de personas han pasado por allí y han salido mejor que han entrado. Se han puesto a bien con Dios, se les han abierto horizontes…A veces he pensado que eso habría que contarlo, desde la azotea, porque hay obligación difundir lo que es bueno, pero nunca lo he hecho desde aquí. Ahora que está a punto de venir el Papa, los días allí pasados pueden tener un eco. De hecho lo han tenido: el caminito que conduce a la ermita de la Virgen, situada entre naranjos, se ha visto muy frecuentado por mujeres llevando el rosario, y la oración llega a su destino y siempre es eficaz. Muchas peticiones: el fruto del V EMF, este hijo, aquella nuera, el marido, los nietos, las amigas que tienen familia y las que no la tienen…Rezábamos unas por otras con el convencimiento de ser escuchadas. En la reja que hay frente a la imagen Virgen tratábamos de colocar los jazmines que habíamos cogido por el camino. Seguro que cada jazmín tenía un hombre. Ella y cada una lo conocíamos.