San Judas Tadeo
En mi casa había una magnífica estatua de San Judas Tadeo, obra de Ponsoda. La regalé a la Parroquia de San Josemaría en vista de que mis hijos, a mi muerte, su tamaño influía sin duda, no la iban a colocar en sus casas. Allí, convenientemente adaptada la convirtieron en San José, lo que no me pareció mal. Entre los santos, también hay clases. San Judas Tadeo es el patrono de los imposibles y además patrono de la familia de mi marido de quien yo la heredé. Pero puestos a ser patronos familiares, nadie mejor que San José que sacó adelante a la Sagrada familia.
Muy bien hubiera podido yo pasar por la vida, sin que San Judas Tadeo entrara en ella, a no ser por haber convivido con su efigie muchos años. Por ello leí con interés la única carta que nos ha dejado, que pertenece, como es sabido, al Nuevo Testamento. En mi familia no faltan los doctores. Triste sería que fueran falsos…. La carta es un tanto “cañera”. Eh aquí una muestra:
“Estos (los falsos doctores) son deshonra de vuestros ágapes; banquetean con vosotros sin vergüenza, apacentándose a sí mismos; son nubes sin agua arrastradas por todos los vientos¸ árboles otoñales sin fruto, dos veces muertos, desarraigados; olas bravas del mar, que arrojan la espuma de sus impurezas; astros errantes a los cuales está reservado
el horco tenebroso para siempre (…) Estos son murmuradores, querellosos, que viven según sus pasiones, cuya boca habla con soberbia, que por interés fingen admirar a las personas”
Real como la vida misma ¿no?
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