Libros vivos
Alguna vez he pensado que los hijos son libros vivos. Libros sorprendentes en los que se escribe las primeras páginas, páginas decisivas, y luego los ve en crecimiento autónomo y constante, siempre esperanzador, por más que a veces algunas de sus páginas, si nos es dado contemplarlas, no se ajusten a lo que para ellos habíamos soñado. Porque en la vida larga o corta, cabe enderezar el rumbo muchas veces.
Sobre la importacia de lo primero aprendido, decía Chesterton en Ortodoxia, hablando de la educación materna, que empioeza con los primeros cuentos y las primeras letras: “dadme los seis primeros años de la vida de un niño y luego haced con él lo que queráis”. A este tenor, en la “Vida de Lope de Vega” de J. Entrambasaguas,se puede leer: “En este hogar y en este ambiente transcurrió la vida e Lope: trabajo honesto y virtudes cristianas. Luego, cuando le vemos agitada su alma por el turbión de las flaquezas humanas, descubrimos no obstante, en él, allá en el fondo, una luz débil pero inextinguible, encendida en esta época transparente de sus primeros años”.Cuando esto escribo, es el aniversario de la muerte de Cervantes, (el gran rival de Lope), el “Dia del libro”. Un día como hoy de 1973, nació mi hija Fe. Mis hijos, nacidos entre el 66 y el 73 se ubican justo siglos después de que Santo Tomás de Aquino empezara y terminara su “Suma Teológica”entre esas fechas. Mis hijos son mis libros, libros en los que nunca se acaba de escribir. Mientras hay vida.
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