Cumplir con parroquia
Antes se llamaba “cumplir con parroquia” a obedecer ese mandamiento de la Santa Madre Iglesia que nos manda “confesarse a lo menos una vez al año, o antes si hay peligro d, yo soy el que mendigaba gloria humanae muerte o si se ha de comulgar.” A la gente de mi generación le enseñaron bien el catecismo de la doctrina cristiana. Le enseñaron también a ejercitar o cultivar la memoria como condición necesaria, aunque no suficiente, para una buena formación intelectual. Luego, a no se que mentecato se le ocurrió que en educación de los niños, lo único importante era enseñar a pensar y dejó de ejercitarse la memoria, confundiendo esta magnífica potencia del alma, con el aprendizaje de la lista de los Reyes Godos. Todo esto viene a cuento de que un 28 de abril de no se que año, Miguel de Unamuno escribió en su “Diario íntimo”: “ He leído el capítulo XI den evangelio de San Juan.- y comenta al respecto – Yo soy un ciego en el que han de manifestarse las obras de Dios. Úngeme, Jesús mío, de lodo los ojos y mándame ir al lavadero de tu enviado, a la confesión para que vuelva viendo. Dame fuerzas que no tengo voluntad. Yo diré para glorificarte: Sí, soy yo, yo soy el que mendigaba gloria humana. Jesús hizo lodo y me ungió los ojos y me dijo: vete al lavadero del enviado y lávate, y fui y una vez que me hube lavado, vi”.
Creo que Don Miguel, que nos ve sin que le veamos, estará encantado de que recuerde aquí su escritura de entonces. Y quien sabe si lo escribió para eso. Como María Zambrano y como tantos otros, siempre he querido a Miguel de Unamuno, incluso hubo un tiempo, lejano ya, en que pedía por él en la comunión. Para tratar de aliviarle el purgatorio, que al cielo, va la gente humilde y el gallito era un rato.
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