29 diciembre, 2005

Don Miguel

El 31 de diciembre de 1936 moría en Salamanca Miguel de Unamuno mientras departía amigablemente con un colega, no recuerdo con quien, sentado en una mesa camilla de brasero de piñol. Su interlocutor observó el silencio de D. Miguel y un cierto olor a quemado. La zapatilla de paño de D. Miguel estaba ardiendo. Don Miguel tuvo pues una muerte dulce. En su “Vida de D.Quijote y Sancho” había escrito: “...toda vida se corona y completa en la muerte y a la luz de la muerte es como hay que mirar la vida. Y tan es así, que aquella antigua máxima que dice “cual fue la vida tal será la muerte” habrá que cambiarla diciendo: “cual fue la muerte tal fue la vida”.La verdad es que él pasó toda su vida hablando, o escribiendo que es otra manera de hablar. También había dicho: “Quiero morir con los ojos abiertos / quiero morir bien abiertos los ojos”. Lo que bramaría ahora si viera como la gente muere entubada y sola. Lo cierto es que murió sin enterarse quien, durante toda su vida, no se había quitado de encima el pensamiento de la muerte. Decía Ronald Knox que como la muerte es un duro trago y Dios es nuestro Padre, suele concedernos el tipo de muerte que prefiramos, si se lo pedimos con asiduidad. De criterio similar debe provenir eso de: “Gloriosa Santa Ana: buena muerte y poca cama”. D. Miguel se fue con el año. Se le rompió el corazón al ver la guerra civil.
Siempre me acuerdo de él en torno a estas fechas.