La casa de la abuela
Por vivir en Valencia y mis abuelos en Aragón, no he tenido, para descansar de mis padres y que éstos descansasen de mí “La casa de la Abuela”. Aunque esta carencia, en tiempo escolar, estaba compensada por “El Colegio”. Siempre me sentí en él como en mi casa. Las benditas monjas, aún sin ser internas, pasaban muchas horas con nosotras. Pasábamos casi todo el día con buena gente. Luego, mis hijos de niños jugaban en el cuarto de atrás de casa de mi madre, el mismo en que mi hermana y yo jugábamos a las visitas o de nos vestíamos de princesas, o bien ella era Doña Carmen Polo de Franco y yo Eva Duarte de Perón. “¡Me voy a casa de la abuela¡” decía decía mi hijo Juan, cuando ya podía salir solo. Y allí, tirado en el sofá del cuarto de estar veía el partido de fútbol, chillando como un energúmeno: ¡¡¡gooool ¡¡¡, mientras mi madre le decía: “¡Algún día te dará un infarto¡” Ahora, la casa de la abuela es la mía. “Tempus breve est”. Lo paso bien con mis nietas. Son un regalo. Procuro dejar en ellas la huella del cariño y de la cultura. Hace años, quizá como hoy en una Noche de Reyes, escribí: ayerme pidió quedarse a dormir mi nieto Alejandro (diez años) .Cenamos en la cocina y al acabar se enclaustró con el ordenador con el que no puede conectarse a internet y allí estuvo dos horas jugando. Me costó que se fuera a la cama. Cuando lo conseguí me dijo: “¿Dónde está ese libro de aviones?”. Se lo di y se fue para su cuarto con más libros. Esta mañana a las nueve me lo encuentro en el pasillo atisbando mi salida del dormitorio para desayunar. Tras el desayuno ha vuelto a enclaustrarse con las persecuciones de los galos, otras dos horas más. Suerte que en su casa no le dejan en toda en toda la semana abrir un ordenador. Pero me veo el percal, si me descuido: lo voy a tener a piñón los fines de semana. En la cena y desayuno, está a la altura: me da conversación. Esta mañana me ha preguntado: “Abuela ¿tú sacabas buenas notas?” a Alejandro le hace alguna impresión ver mi nombre en un periódico, con frecuencia. ¡Menos mal¡ Hoy Alejandro tiene 19 años… ¡Qué Dios lo ampare¡, rezo por ello. A mí, me viene grande.
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