El Osito Ramón
Uno de mis hijos, cuando lo acostaba en la cuna, no se dormía nunca sin su “Otito Amó”, así llamaba a un osito azul de plástico, al que incomprensiblemente, tenía un gran amor. El osito había sido un “tente tieso” al que faltaba en su base el contrapeso abombado, era un osito de plástico hueco. El cariño del niño por él hizo que en lugar de acabar en la basura, le pusiéramos nombre: “osito Ramón”. Me acordé de éste leyendo a C.S. Lewis, que dice más o menos que los niños no ven que los ojos de un peluche son cuentas de vidrio y se aferran a juguetes mal diseñados que dejan margen a que ellos pongan de su parte, lo mismo que se reza mejor ante una imagen tosca, ligeramente esbozada que frente a otra hermosa y bien definida, a la que nada falta. Es posible que sean así las cosas.
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