18 septiembre, 2016

Sigrid Undset

Me gustan las escritoras nórdicas. Cuando leí su “Cristina hija de Labrans” 8 ( escrita en tres libros) sentí, como en todos los buenos libros la pena de que se acabase el relato. Algunos años después he sabido noticias de su autora: Sigrid Unset, Premio Nobel de 1928 y de su trabajosa y heroica vida, de la que daré algunos datos. . Su padre falleció en 1893, con solo cuarenta años y su esposa y sus tres hijas quedaron desprotegidas. Sigrid tenía once años y a los dieciséis en lugar de ir a la universidad tuvo que ponerse a trabajar, de secretaria. Venciendo mil dificultades, escribía por las noches y logró publicar sus primeras novelas que reflejan un espíritu rebelde y descreído. Lucho activamente por los derechos de la muje. En 1919 la abandonó su marido y se hizo cargo con 37 años, no solo de su hija con discapacidad y de sus otros dos hijos, sino también de los tres hijos de su esposo entre los que había un chico discapacitado. No volvió a casarse, y mientras cuidaba de esos seis niños acometió su gran obra “Cristina hija de Labrans”. Durante su estancia en Roma fue acercándose al catolicismo, y en 1924, con 43 años fue recibida en la Iglesia católica. Gran escándalo en Noruega en los ambientes intelectuales antipapistas. Ella acostumbrada a luchar sola aprovechó la polémica para hacer una defensa de la libertad religiosa y una apología del catolicismo. Cuatro años después, en 1928,le conceden el Premio Nobel de Literatura. Entregó el dinero del galardón a familias con hijos discapacitados como la suya, Su fe católica y su contacto directo con el dolor fueron dos factores determinantes en su lucha contra el nazismo que comenzaba a triunfar en Europa. Se opuso con todas sus fuerzas a esa ideología, que además de despreciar a los débiles, intentaba eliminarlos físicamente. Su posicionamiento anti- nazi fue tan público y tan firmeque en 1940, cuando parecía inminente que Hitler invadiera Noruega, el gobierno le aconsejó que emigrara a Estados Unidos. No quería perder una gloria del país. En aquel tiempo acaba de perder a su hija discapacitada. No se rindió nunca en su lucha, ni siquiera cuando supo que su hijo Anders, de 27 años, oficial del ejército noruego, había muerto luchando contra los invasores muy cerca de su antigua casa. Llegó a Estados Unidos con el único hijo que le quedaba – los de su esposo eran mayores- y siguió trabajando desde allí por la libertad de Noruega, escribiendo y dando conferencias. Regresó en 1945 y falleció cuatro años más tarde, sin poder cumplir una de sus grandes ilusiones: peregrinar a Roma en el Año Santo de 1950