08 octubre, 2015

"Tío Vania"

Hace años tuve la oportunidad de ver la película “Vania en la calle 42” dirigida por Louis Malle, basada en la obra de Antón Chejov “Tío Vania”. Fue su última película antes de morir. La disfruté mucho y pensé que Dios le había dejado despedirse de su profesión de cineasta con una hermosa película. De ella me emocionó sobre manera la escena final en la que una mujer, Sonia, una mujer no hermosa pero buena, levanta del abatimiento a su tío Vania, hermano de su madre. Vania está a punto de quitarse la vida: no ha creado una familia, está en la madurez y ha llevado junto a su madre y sobrina - soltera también- una existencia gris de trabajo, rutina y abnegación. Una existencia que en cierto sentido no ha dirigido él sino que se ha dejado llevar por las circunstancias. Su vida para él no ha tenido un sentido. En la escena IV de esa obra, Sonia le dice: “Pasaremos por una hilera de largos, largos días, de largos anocheceres, soportando pacientemente las pruebas que el destino nos envíe. Trabajaremos para los demás, lo mismo ahora que en la Vejez, sin conocer el descanso. Cuando llegue nuestra hora moriremos sumisos, y allí, al otro lado de la tumba, diremos que hemos sufrido, que hemos llorado, que hemos padecido muchas amarguras… Dios se apiadará de nosotros, y entonces, tío, querido tío, conoceremos una vida maravillosa, ¡descansaremos¡ ¡Creo apasionadamente¡ ¡Ardientemente¡ ¡Descansaremos¡ Oiremos a los ángeles. Contemplaremos un cielo cuajado de diamantes y veremos cómo, bajo él, toda la maldad terrestre, todos nuestros sufrimientos, se ahogan en una misericordia que llenará el universo”. Me ha alegrado leer esté párrafo del que recordaba el sentido citado en “La tormenta después del baile”. Libro del que ya hablé.