Amarrando una idea
Cuando se han conocido santos, casi siempre por sus escritos, se han pasado ratos estupendos. Quien lo probó, lo sabe. Del libro “Orar” publicado por “Planeta”, de Juan Pablo (fragmentos) siempre me gustó de un modo especial este consejo suyo: “Vivid con valentía vuestra vida personal, aún cuando os parezca insignificante. Teresa de Lisieux nos enseñó la grandeza que puede tener ante Dios las actividades insignificantes, normales.” Él coraje con el que Juan Pablo II llevó la suya y que tuvimos la suerte de ver de cerca, gracias a la televisión, revalida sus pocas e iuncisivas frases. Ayer hubiera sido su cumpleaños. El cumpleaños de un amigo inolvidable. La idea que he querido amarrar es entrelazar lo que nos dice aquí, que haríamos bién en grabar a fuego para salir adelante cuantas veces el desánimo trata de invadirnos, con estas frases del Papa Francisco: “Veo la santidad en el pueblo de Dios que sufre: una mujer que saca adelante a sus hijos, un hombre que trabaja para llevar el pan a casa, los enfermos, los sacerdotes ancianos que mantienen la sonrisa – a pesar de tantas heridas – porque han servido al Señor (…) Esta es para mí la santidad ordinaria. La santidad la asocio siempre a la paciencia, no solo como hacerse cargo de las circunstancias de la vida, sino también en seguir adelante día tras día.. Esta es la santidad de la “Iglesia militante” de la que habla san Ignacio. Esta ha sido la santidad de mis padres: de mi padre, de mi madre, de mi abuela Rosa, que tanto bien me ha hecho. En el breviario tengo su testamento y lo leo a menudo: para mí es comoi una oración. Es una santa que ha sufrido, también moralmente, y siempre ha seguido adelante con valentía.” Creo que es muy bonito todo esto y que nos viene a todos como anillo al dedo.
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