26 abril, 2015

Dorothy Day (1897-1980)

“Estoy agradecida a mis padres por aquella infancia protegida, una infancia disciplinada con tan escasas distracciones que los libros eran nuestra única vía de escapa y nuestra única perspectiva.” Madre me ha enviado unos cuantos libros del instituto (ahora que tengo donde guardarlos) y el otro día me encontré con estas palabras escritas con mi letra en un pedazo de papel desvaído. No recuerdo haberlas escrito. “ La vida sería totalmente insoportable si pensáramos que no vamos a ninguna parte, que no tenemos nada que esperar. El mayor regalo que nos puede hacer la vida es la fe en Dios y en un más allá. ¿Por qué no la tenemos? Quizá porque como todos los regalos hay que pelear por ella. “Creo Señor (o, más bien, tengo que creer o desesperar”),”ayuda mi incredulidad”.”Arráncame el corazón de piedra y dame un corazón de carne”. Resulta interesante observar que estas peticiones son imperativas. Parece que Dios espera de nosotros que reclamemos estas cosas como si fueran un dere, y no implorando un favor. “Danos hoy nuestro pan de cada día”, y no: “Te pedimos que nos des pan”. “Me sorprende el hecho de empezar a rezar a Diario. Empecé a rezar porque tenía que hacerlo. No puedo arrodillarme pero si puedo rezar mientras camino. Si me arrodillo pienso: “Creo realmente? ¿A quien estoy rezando? Y me asalta una duda terrible y un sentiumiento de vergüenza, y me pregunto si rezo porque estoy sola, porque no soy feliz. Pero cuando subo caminando al pueblo a recoger el correo, me encuentro rezando otra vez, con el rosario que me regaló Mary Gordon hace dos años en Nueva Orleans, en el bolsillo, agarrada a él. Quizá no lo rezo bien pero sigo haciéndolo porque me siento feliz.” “Mi hija nació en marzo, al final de un crudo invierno. En diciembre tuve que dejar el campo y alquilar un pequeño apartamento en la ciudad. Se estaba bien allí cerca de los amigos, cerca de una Iglesia en la que poder detenerme a rezar. Leía mucho “la Imitación de Cristo”. Sabía que iba a bautizar a mi hija en la Iglesia católica, por alto que fuera el precio. Sabía que no la iba a dejar dandotumbos durante años como me había ocurrido a mí, entre dudas y vacilaciones, sin disciplina y sin moral. Creía que era lo mejor que podía hacer por un hijo. En cuanto a mí pedía el don de la fe. Estaba y no estaba segura y poosponía mi decisión.”